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2016 Jose Viera Publications |
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Ayer, a las tres de la tarde, murió Juan González. Él tenía 97 años de edad. El doctor dijo que murió de causas naturales. Don Juan vivió una vida larga, y su tiempo ya había llegado. No obstante, José Rivera, de 35 años, murió súbitamente de una condición cardíaca. Fue una sorpresa para todos, pues, aún sus doctores no se explican cómo sucedió todo esto, pues, José se veía muy saludable. Lucía Andrade, de 28 años, y madre de dos preciosas niñas, iba rumbo a su hogar anoche como a las 9:30 PM, cuando inesperadamente su automóvil fue impactado violentamente por otro vehículo, manejado por un joven de 18 años, quien estaba intoxicado por drogas y bebidas alcohólicas. ¡Ninguno sobrevivió la tragedia! La policía fue llamada de emergencia a la casa número cuatro de la Calle Norte. Allí encontraron el cuerpo de María, apenas de 24 años. Al lado de su cuerpo yacía el cuerpo su esposo, Roberto, quien aparentemente en una disputa doméstica había matado a su esposa con dos balazos en la cabeza, y luego prosiguió quitándose su propia vida. Apreciado lector, ¿cuánto tiempo usted piensa vivir? Lo más cierto es que muchos de nosotros pensamos vivir por un largo tiempo, pero eso no necesariamente indica que así ha de ser. La realidad del caso es que ninguno de nosotros puede garantizar lo que nos sucederá en el próximo minuto y mucho menos el tiempo en que hemos de vivir. ¡La muerte no hace acepción de personas! Esto lo vimos al principio de este artículo en los casos presentados, de los cuales, estoy seguro que muchos lectores pueden familiarizarse con ellos. Quizás algunos de nuestros lectores han experimentado el dolor ante la pérdida de un ser querido, ya sea por causas naturales, alguna terrible enfermedad, y en algunos casos por causa de la maldad y el alto crimen de nuestra violenta sociedad. Cada vez que alguien muere nos vemos obligados a reflexionar un poco más sobre la muerte, y lo ligero que pasa la vida... ¡Cuán grande y poderosa se ve la muerte en comparación con nuestra débil y finita existencia! Un minuto estamos aquí—y el otro... ¿quién sabe? ¿No será esto motivo suficiente para reflexionar más en las cosas que en verdad tienen importancia y valor, especialmente aquellas que conciernen a lo espiritual. La vida del ser humano es muy delicada e insegura. La Biblia describe esto así: "El hombre nacido de mujer tiene corta vida y abundantes tormentos. Como la flor, brota y se marchita, y pasa como sombra, sin detenerse" (Job 14:1-2, VCP). "La vida del hombre es como la hierba; brota como una flor silvestre: tan pronto la azota el viento, deja de existir, y nadie vuelve a saber de ella" (Salmo 103:15-16, DHH). "Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la palabra del evangelio que os ha sido anunciada" (1 Pedro 1:24-25, RVA). ¿Por qué, pues, afanarse en adquirir riquezas y fama, sacrificando en el altar de nuestro orgullo los valores y principios espirituales de la Palabra de Dios, nuestra familia y nuestros verdaderos amigos? La Biblia nos amonesta así: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida?" (Marcos 8:36-37, DHH). Muchas personas viven con tanta prisa que no se detienen a vivir ¡No saben lo que es vivir! ¿Y qué es vivir «la buena vida», como muchos la llaman? Para muchos «la buena vida» consiste en fiestas, bailes, bebidas alcohólicas, drogas, fornicación, adulterio; en resumidas palabras: "hacer precisamente lo que les da la gana". Ellos no saben y tampoco quieren saber que esto no es vida, sino un intento desesperado por encontrar la verdadera dicha de vivir. Cristo es la vida, y solo Él puede dar la vida: "Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6, RV60). Y solo aquellos que han aceptado a Cristo como su Salvador y Señor saben lo que es «la buena vida». La Biblia dice más sobre esto: "Y esta es mi conclusión definitiva: teme a Dios y obedece sus mandamientos, pues tal es todo el deber del hombre" (Eclesiastés 12:13, LBD). ¿Le teme el Lector a la muerte? Muchas personas le temen a la muerte. Esta es la evidencia más clara de la necesidad de Cristo en el corazón del ser humano. Aquel que tiene a Cristo en su corazón no le teme a la muerte, al contrario: ve la muerte como una victoria más. El apóstol Pablo habló de esto así: "Porque para mí la vida es Cristo y la muerte es ganancia. Pero si viviendo en este cuerpo puedo seguir trabajando para bien de la causa del Señor, entonces no sé qué escoger. Me es difícil decidirme por una de las dos cosas: por un lado, quisiera morir para ir a estar con Cristo, pues eso sería mucho mejor para mí; pero, por otro lado, a causa de ustedes es más necesario que siga viviendo" (Filipenses 1:21-24, DHH). Esto no quiere decir que todos los cristianos anhelan la muerte, pues, la verdad del caso es que a nadie le gusta la muerte. No obstante, nosotros estamos preparados para cuando nos llegue el día de la muerte. ¿Por qué tenemos que estar preparados antes morir? Muchos sugieren que la existencia del ser humano termina con la muerte. ¿Será esto cierto? ¡La palabra de Dios dice que no! Hay una escritura bíblica que dice: "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio" (Hebreos 9:27, RV60). También encontramos la historia del rico y Lázaro: "Un día el mendigo murió y los ángeles lo llevaron junto a Abraham, al lugar donde van los fieles. El rico murió también y lo enterraron, y despertó en el infierno. En medio de sus tormentos, vio a lo lejos a Lázaro junto a Abraham" (Lucas 16:22-23, LBD). Y en otra parte del Evangelio encontramos valiosa referencia de que la muerte no es el final de todas las cosas: "...Y añadió: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. Respondió Jesús: En verdad, te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso" (Lucas 23:42-43, VCP). Otra escritura muy significativa es esta: "Yo soy la fuente de la vida y la resurrección" le dijo Jesús. "El que cree en mí, aunque muera como los demás, recobrará la vida. Porque el que cree en mí recibe vida eterna, y por lo tanto nunca perecerá..." (Juan 11:25- 26, LBD). Estas y otras referencias en la Biblia nos hablan de la realidad que muchos niegan: "hay algo más después de la muerte". A ningún ser humano le gusta vivir engañado. Y así precisamente viven los que piensan que después de la muerte no hay nada más. ¡Qué equivocados están! Vivir esta vida sin pensar en la eternidad que nos espera es desperdiciar la única oportunidad que Dios le da a cada ser humano. Apreciado lector, ¿se encuentra usted preparado si hoy fuese su día de morir? ¿Sabe usted a dónde irá después de la muerte? Estas son preguntas muy importantes como para ignorarlas. Jesucristo es el único que puede asegurar nuestro futuro. En la cruz del Calvario, murió por los pecadores para darles vida en abundancia (Romanos 5:6,8; 8:34; 1 Corintios 15:3-4; 2 Corintios 5:15). Al confesar nuestros pecados a Cristo y aceptarle como el Salvador y Señor de nuestra vida, obtenemos la salvación y el perdón de nuestros pecados (Mateo 10:32; Romanos 10:8; 1 Juan 1:9). Y si la muerte nos llegara a visitar, podemos recibirla con seguridad, gozo y alegría. Los que parten de este mundo en Cristo, vivirán eternamente con el Señor. Nuestra oración a Dios es que el lector pueda comprender la importancia de vivir una vida victoriosa en Cristo Jesús. La Biblia dice que ocuparse en las cosas de la carne es muerte, según Romanos 6:23; 8:5-13. Hay muchas personas que no quieren saber del Evangelio porque están muy ocupados y entretenidos en las cosas carnales de este mundo: ¡están trabajando para su propia muerte! Es una lamentable tragedia desperdiciar toda la vida en las cosas del mundo sin pensar en las consecuencias que éstas traen. Todo ser humano tendrá que dar cuentas a Dios de su vida (Romanos 14:12; Hebreos 4:13; 1 Pedro 4:5, Eclesiastés 12:14). Rechazar el mensaje de Dios y el Evangelio de Jesucristo es un grave y peligroso pecado (Hebreos 2:3; 12:25). Y como ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo ha de vivir, es imperativo que se preste más atención al mensaje que recibimos hoy (Hebreos 3:7,8, 13,15; Santiago 4:13,14). No pierdas la única oportunidad que se te ha dado en esta vida. ¡Acepta a Cristo como tu Salvador hoy! La palabra de Dios es muy clara en cuanto a la muerte y lo que hay después de esta. El que muere en Cristo va a la presencia de Dios. Y el que muere sin Cristo irá al eterno tormento del infierno y del lago de fuego, y a la horrenda separación de Dios por toda una eternidad (Apocalipsis 20:14,15; 21:8). ¿Cómo un Dios de amor puede echar a sus criaturas al infierno por toda una eternidad? Es muy importante que comprendamos que Dios no preparó el infierno para el hombre sino para el diablo y sus ángeles que se rebelaron contra él (Mateo 25:41; 2 Pedro 2:4; Judas 6). Sin embargo, el ser humano necesita renunciar al pecado y a la rebelión contra Dios y aceptar el único sacrificio que nos justifica ante Dios (Romanos 5:1). Cristo es el único que puede perdonar nuestros pecados: Su muerte y resurrección son el sello de esa garantía. No hay otra puerta, no hay otro camino, y no hay otra verdad (Juan 14:6). Amigo que lees este artículo: ¡pon tu vida en las manos de Aquel que puede garantizar tu eterno destino de dicha y felicidad. Con Cristo en el corazón podemos hacerle frente a la muerte con una sonrisa en nuestros labios. La otra realidad es muy diferente: Sin Cristo en el corazón estamos perdidos y no hay escapatoria del eterno sufrimiento y de la horrenda separación de Dios en el lago de fuego. Cristo preparó el camino y con Su muerte garantizó nuestra paz y comunión mediante el derramamiento de Su inmaculada sangre. Lo único que le resta al Lector hacer es creer y aceptar lo que Cristo ha hecho (Hechos 16:31). ©®2005-2016 José Viera Publications PO Box 64231 - Souderton PA 18964 USA |